jueves, 21 de octubre de 2010

El Sistema de Salud en Chile: una mirada a su estructura

              Cualquiera sea la forma en que el tomador de decisiones quiera imponer alguna idea en torno al área de la salud, sea influenciado por evidencias científicas o simplemente por presiones políticas o económicas, debe emplear necesariamente el sistema de salud. Este es, por lo tanto, la “extremidad facultativa” de los legisladores y/o ejecutivos para implementar las acciones de salud, y se configura como un sistema, vale decir, como un conjunto de personas distribuidas de manera jerárquica y con capacidad de sumar esfuerzos, de manera de lograr un efecto final que supere las acciones individuales de cada una de las instituciones.

              La constitución de la OMS remarca el rol del estado en la salud, poniendo de manifiesto la obligación de éste de “proteger el libre e igualitario acceso a las acciones de promoción, protección y recuperación de la salud y rehabilitación del individuo”(1). De esta manera, la finalidad del sistema de salud consiste en lograr, mediante la interconexión y agrupación de las distintas organizaciones sanitarias del país, un aparato administrativo que asegure una mayor cobertura y un aumento de la equidad poblacional, además de una elevación de la productividad con una consiguiente disminución de los gastos, una mejor organización de los recursos y una capacidad de respuesta superior. Esta última puede entenderse como un concepto estrechamente relacionado con el largo de las listas de espera o con el tiempo necesario para ser intervenido.

              Para cumplir con sus fines el sistema de salud está organizado en 4 funciones principales: una función reguladora, representada principalmente por el Estado a través del Ministerio de Salud, una función financiadora, a cargo del Estado y particulares, una función aseguradora, manejada por las Isapres y Fonasa, y una función proveedora, representada por todo el staff médico o asociado a la intervención médica.

              La primera de las funciones mencionadas, es decir, la administrativa y coordinadora, está comandada por el Ministro de Salud, quien viene a ser una especie de “presidente sanitario”, siendo su obligación llevar al sector salud todas aquellas decisiones programáticas establecidas por el gobierno de turno. Es por tanto, una figura esencialmente política, en cuya misión colabora también el Subsecretario de Salud Pública, quien establece las medidas y políticas que pretenden prevenir y controlar enfermedades, además de promocionar políticas públicas saludables y regular organismos de salud pública, tales como Fonasa. Además existe el Subsecretario de Redes Asistenciales, originado hace unos 6 años atrás, quien pretende fiscalizar y controlar el funcionamiento de hospitales, consultorios, centros de salud familiar, y en general toda la red asistencial de salud.

              La segunda de las funciones señalada, es decir, la financiadora, considera los distintos aportes que permiten proveer salud y mantener los servicios sanitarios: el aporte fiscal, originado de los impuestas de empresas del estado (tales como CODELCO), el aporte del trabajador dependiente, a través del 7% del sueldo imponible (el piso que cobra Fonasa, pero que en el caso de las Isapres puede aumentar mucho más), el aporte del trabajador independiente , dado por un prepago voluntario, y el aporte de las empresas, las cuales están obligadas a pagar desde un 0,9% (que aumenta en condiciones laborales mas riesgosas) de la planilla de pago de sus trabajadores, para la Ley de Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales.

              Por ultimo, y omitiendo la función proveedora, existe el rol asegurador del sistema de salud, que consiste en organizaciones que, a cambio de una prima, controlan la enfermedad de sus afiliados. Estos aparatos administrativos son: Fonasa (Fondo Nacional de Salud), que es de aseguramiento público, las Isapres, de carácter privado, las Mutuales, de características mixtas y relacionada con accidentes de trabajo, y las Fuerzas Armadas, de naturaleza fiscal.

              Todo esto nos muestra un claro orden jerárquico-administrativo del Sistema de Salud, lo cual le permite cumplir con los roles ya mencionados, y de esta manera proporcionar una buena “salud poblacional”. Permite unificar todas las organizaciones e instituciones, formando una unidad mas estable y con un mejor funcionamiento, de manera de asegurar “el goce del grado máximo de salud que se pueda lograr, siendo este uno de los derechos fundamentales de todo ser humano, sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social” (1), tal como lo proclama la OMS.




(1) Constitución de la OMS

martes, 21 de septiembre de 2010

¡Aro, aro, aro, este Bicentenario saldrá caro, caro, caro!

        Si hay algo de lo que le gusta jactarse a este país es de los record que ostenta y que de vez en cuando saca a relucir: desde hacer la empanada más grande del mundo (con 3,400 Kg.), hasta ser poseedores del dominio de internet más largo que ha existido (que por cierto es http://buintierradefrutashermosasrosasbuenosvinosairepuroyverdescampos.com). Claramente no son marcas dignas de un trofeo, y así tampoco lo es el ser el 2do país a nivel de Latinoamerica con más feriados (15 días festivos, siendo sobrepasado solo por Colombia, con 18). Se acabaron las empanadas, se vaciaron las botellas de chicha, se enredaron los volantines y las suelas se rompieron después de bailar todas las cuecas habidas y por haber. Mirando retrospectivamente hacia estas recientes fiestas patrias, ¿habrá valido la pena una celebración de tamaña envergadura? ¿fueron convenientes, en términos económicos, los 2 días inhábiles establecidos en el marco de la celebración del Bicentenario? Claramente no lo fueron.

        Se sabe que cada día no laboral que es decretado por el gobierno, se deja de producir cerca de 233 millones de dólares a nivel nacional. Si se toma en cuenta el hecho de que éste aún es un país en vías de desarrollo y de que las ganancias que produce el turismo durante estas fechas no alcanza ni a la mitad de las pérdidas generadas, entonces claramente es una situación que necesita ser bien evaluada.

        Por otra parte, el “golpe mercantil” no abarca solo temas fácilmente evaluables, como lo son las perdidas monetarias. Los feriados, y sobre todo uno de las características del que recién aconteció, producen una notoria disminución en la eficacia individual de los trabajadores a la hora de producir durante los días posteriores a la celebración, lo que significan mas pérdidas incuantificables.

        Hay quienes apoyan esta iniciativa de alargar los días festivos, haciendo uso de recursos afectivos relacionados con la “obligatoriedad” de celebrar por un periodo extraordinario los 200 años de independencia, o de la “necesidad” de este tiempo luego de lo ocurrido durante febrero. Ésto es simplemente desconocer que las ganancias originadas por un único día laboral son recursos que podrían ser utilizados para la misma reconstrucción post terremoto, y que se puede celebrar una fecha de tal importancia por una menor cantidad de días, sin atentar contra el progreso del país entero.

        El aspecto económico es solo una esfera de lo que significa el decretar un nuevo día festivo. Sin mirar hacia otros aspectos que también deberían ser considerados, se puede asegurar que, antes de declarar un feriado nacional, se necesita de un estudio a fondo para así considerar las consecuencias negativas que puede tener ésto, a nivel inmediato, y mirando prospectivamente hacia unos años más.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Experimentación con animales: un "mal" necesario

                 A lo largo de la historia, el uso de animales para fines científicos, llámese investigación o ensayo experimental, ha sido un tema muy controversial y discutido. Se han hecho grandes esfuerzos por llegar a un consenso entre quienes aceptan esta ruta como vía de descubrimiento y progreso, y entre quienes la rechazan  al interpretarla como maltrato y praxis con falta de ética. Aunque exista mucha gente que está en desacuerdo con estas investigaciones, no se puede negar que los beneficios que aporta el llevar la teoría a la experiencia in situ son inconmensurables y que existen muchas razones para aseverar que la experimentación con animales es imprescindible y éticamente legítima.

                Al hacer un recorrido cronológico en la historia de los Premios Nobel de Medicina desde 1901, se puede dar cuenta de lo incontables que son los descubrimientos científicos que fueron posibles gracias a pruebas con animales y que permitieron, de esta forma, curar enfermedades y mejorar la calidad de vida de las personas. Basta con nombrar los avances sobre la patogenia de la tuberculosis en experimentos con vacas y ovejas (1905), el hallazgo del efecto curativo de la penicilina haciendo pruebas con ratones (1945), la invención de la vacuna para la fiebre amarilla por medio de ensayos con monos (1951) y el descubrimiento de la estructura química de los anticuerpos con conejos (1972), entre muchos otros de igual o mayor repercusión histórica, para darse cuenta de la necesidad inapelable de estas prácticas. (1)

               A pesar de que mucha gente proponga vías alternativas para el desarrollo de investigaciones, existen numerosos procesos e interacciones biológicas que son imposibles de reproducir en ensayos in vitro, por lo que no pueden ser reemplazados los estudios animales y se hacen, como ya se ha dicho, indispensables. La promoción de las “3 R de la experimentación” (reemplazo, reducción y refinamiento) en 1959 y la creación de numerosos centros para alternativas a la experimentación animal, dan cuenta de que si se hace uso de estos es porque en algunos casos es ineludible e insustituible.

               Además de lo anterior, no se puede ser indiferente a los importantes progresos respecto de la reglamentación de estos estudios y sanción de aquellos que no cumplen con los requerimientos exigidos, con lo que se ha logrado una experimentación éticamente válida, minimizando el uso indebido de animales alrededor del mundo.

                Todo esto permite darse cuenta de que sería muy difícil poner fin a estas pruebas científicas o reemplazarlas, debido a las inmensas ganancias en salud y conocimiento que nos otorgan, por lo que las miradas de aquellos que se oponen deberían estar centradas más hacia la búsqueda de un mejoramiento de las condiciones éticas de estos experimentos que en su eliminación.




Fuentes: 
(1) DUFFIN,  Jacalyn. History of medicine: a scandalously short introduction. 1a Ed. Canada: University of Toronto Press, 1999. 432 páginas.